martes, 11 de septiembre de 2012

(X) 26. La cita

- O sea, que esto es un libro. 
- Sí, bueno, al menos la primera parte… La otra no sé, pero será cuestión de mirarlo, ¿no? 
- Claro… Después de desayunar iré a ver de qué se trata –Raquel carraspeó y se cruzó de brazos – Está bien, iremos. 
- Eso está mejor. 

Raquel y Silvia desayunaron en una exhalación, estaban demasiado ansiosas por ver qué decía ese libro y por seguir descubriendo lo que Ángela les quería contar. Fueron las primeras en terminar y, en cuanto pudieron, fueron corriendo a la biblioteca. De camino se encontraron con la directora. 

- ¿Se puede saber qué prisas son esas? –preguntó de mala gana. 
- Nada, nada. Solamente queríamos ir a la biblioteca –contestó Raquel. 
- Pues con tranquilidad, que a veces os tengo que reñir como si fuerais niñas de colegio – cogiendo del brazo a Silvia- Espera. Tú y yo tenemos que hablar. Luego te quiero en mi despacho. 

Silvia asintió y la directora las dejó marchar. Enseguida llegaron a la biblioteca. Se pararon ante la puerta y se miraron expectantes como decidiendo quién abriría y quién entraría primero. Se sonrieron y pasaron casi al mismo tiempo por la puerta. Rosa, la celadora que solía estar en el lugar, se quedó mirándolas atónita. 

Raquel se adentró en los pasillos de la biblioteca, se la conocía a la perfección y sabía exactamente en qué lugar estaba cada tipo de publicación o libro. Silvia la seguía de cerca mirando cada uno de los ejemplares que se apilaban majestuosos en los distintos estantes. Tardaron poco en llegar a la estantería con el número 528. 

Raquel seguía ensimismada en la búsqueda y pronto dio con el libro en cuestión. Al cogerlo se quedó mirándolo, el título le impactó. 

 - ¿Qué pasa? –preguntó Silvia. 
- Mira qué libro es –se lo tendió. Silvia lo cogió y vio que en letras doradas ponía: “Sagrada Biblia”. 
- Venga, ¿en serio? 
- Esto se está empezando a parecer al Código Da Vinci –y se echó a reír. 

Su carcajada fue reprimida rápidamente por Rosa con un chistido. Silvia cogió el libro y se sentó junto a Raquel en una mesa. 

- ¿Qué decía el resto del número? 
- Mmmm, DT28:20. 
- Entonces es que tenemos que buscar en los capítulos –empezó a mirar el índice- DT es Deuteronomio. 
- No pensaba que sería tan fácil –susurró. 
- Tampoco es que Ángela fuera una lumbrera para los enigmas –dijo mientras ojeaba entre las páginas buscando el capítulo adecuado. 
- Paz a los muertos –le regañó. 
- Sí, sí… que estamos ante la Biblia –contestó con una mueca. 

Raquel encontró el capítulo adecuado y luego se dispuso a hacerse con el versículo. Silvia estaba que se subía por las paredes y la instaba a que se diera prisa. Al fin dieron con el texto en cuestión y se encontraron lo siguiente: 

DEUTERONOMIO. Capítulo 28, versículo 20:
“Enviará el SEÑOR sobre ti maldición, confusión y censura en todo lo que emprendas, hasta que seas destruido y hasta que perezcas rápidamente, a causa de la maldad de tus hechos, porque me has abandonado”. 

Raquel y Silvia se miraron confundidas. La cosa se iba complicando por momentos. 

jueves, 6 de septiembre de 2012

(X) 25. 528.21/DT28:20

Silvia cogió el papel y lo miró antes de abrirlo. Su nombre estaba escrito en el dorso de esa pequeña hoja. Estaba doblada varias veces de forma poco cuidadosa, como si lo hubieran hecho rápidamente. Fue desplegándola y la estiró esperándose una gran nota de despedida o algo similar. Pero no fue así. La hoja estaba en blanco, solo tenía una pequeña frase en la esquina inferior izquierda que decía así: 

528.21/DT28:20 

No había nada más. Le dio la vuelta a la hoja y no encontró nada, solamente su nombre, el cual se quedó mirando hasta que pudo reaccionar. Volvió a darle la vuelta para mirar aquellas letras y números agrupados. No le decían nada en concreto. Ni siquiera le sonaban. ¿Para qué Ángela le habría dejado esa nota? ¿Qué le estaba tratando de decir? El doctor Rivero se mantenía expectante a su lado esperando a que le dijera qué había en la nota. 

- ¿Y bien? –le preguntó presa de la curiosidad. 
- Mírelo usted mismo –le tendió la nota. 

El doctor la cogió y la tuvo varios minutos en su mano. Fruncía el ceño sin saber qué significaban aquellos números. Se frotó la cabeza y anduvo de un lado al otro intentando encontrarle alguna explicación a aquel enigma. 

- No entiendo nada. 
- Yo tampoco, doctor –decía desilusionada- ¿Para qué me habrá mandado esto? ¿Qué puede ser? 
- ¿Una contraseña? 
- ¿De dónde? Aquí no hay nada con contraseña… Es que no sé –movió la cabeza de un lado al otro. 
- No sé, Silvia, a mí todas estas cosas siempre se me han dado mal. 
- Pues a mí no me gustan los enigmas, nunca se me han dado bien. 
- Silvia –le dijo con suavidad- no te metas en más problemas… 
- Pero… 
- Pero nada. ¿No has aprendido la lección? 

Silvia asintió con tristeza. Le cogió el papel al doctor, lo miró por última vez y lo tiró a la papelera. El doctor le sonrió en señal de apoyo. 

- Has hecho lo correcto. 
- No lo sé, doctor… 

Aquella noche Silvia no bajó a cenar. No tenía el cuerpo para comer nada. Desde lo de la nota, se había quedado encerrada en su celda pensando en todo lo que podía significar. Aunque había tirado la hoja a la papelera, aquellos números se le habían grabado a fuego en la cabeza. 528.21/DT28:20. 

Intentaba averiguar de dónde podría sacar la respuesta. Este enigma no era como aquellos crucigramas que se encuentran en los periódicos, no se podían consultar las soluciones al final de la página. Apuntó el número en una hoja que había tomado de la enfermería y empezó a hacer sus cábalas intentando adivinar de dónde podría salir aquella clave. Estuvo pensando y pensando hasta bien entrada la madrugada, cuando finalmente le venció el sueño. 

A la mañana siguiente, Raquel esperaba a Silvia en la puerta del comedor. Le preocupaba que no la hubiera visto desde que el doctor Rivero las interrumpió en la enfermería. Cuando no la vio en la cena, pensó en ir a su celda a ver si le pasaba algo, pero quería darle su espacio. Entendía que todo lo ocurrido con Ángela y la reconciliación entre ambas habían sido muchas emociones para ella. Pero hoy quería comprobar que su amiga estaba bien, porque, a pesar de todo, sabía que algo ocurría. La forma en que el doctor Rivero entró en la enfermería no fue síntoma de normalidad. 

Silvia apareció por el pasillo y Raquel le sonrió desde la distancia. Su amiga no le devolvió la sonrisa con tanta calidez, pero correspondió el gesto a su manera. Raquel se dio cuenta de que venía cansada, las ojeras poblaban sus ojos y la preocupación estaba anidada en su rostro. 

- ¿Qué te pasó anoche? –le preguntó. 
- Nada, estaba cansada y no tenía hambre… -contestó con sequedad. 

Raquel la tomó del brazo antes de entrar al comedor y la apartó hacia un lado. Silvia abrió los ojos de sorpresa ante ese gesto de su amiga. 

- Por favor –dijo suavemente- no vuelvas a apartarme de tu lado. Sé que me ocultas algo y no quiero que me dejes en la inopia. Hay algo, así que compártelo conmigo. 
- Está bien –contestó tras unos instantes de reflexión- Tienes derecho a saberlo, pero promete que no me juzgarás… 
- Lo prometo. 

Silvia le tendió el papel y le explicó que esa frase era la que había en la nota de Ángela. También le explicó que había estado toda la noche intentando saber de dónde venía. Raquel la cogió y la leyó. En un segundo la miró y se echó a reír a carcajadas. 

- ¿Me estás diciendo que esto te ha tenido toda la noche en vela? –seguía riendo. 
- Sí, ¿por? –contestó molesta. 
- ¡Cómo se nota que no lees nada! –le dio un palo en el brazo- Niña, esto es de un libro de la biblioteca. ¿Ves? 528.21… esto es la nomenclatura de los libros que tenemos allí. 


<< 24. Apoyo             26. La nota >>

miércoles, 5 de septiembre de 2012

(X) 24. Apoyo

Raquel se sorprendió ante aquel abrazo tan profundo de Silvia. La rodeó fuertemente mientras su amiga lloraba desconsolada. Comenzó a acariciarle el pelo y se mantuvo expectante a que le explicara qué le ocurría para haberla recibido así.

- Lo siento –dijo mientras se separaba lentamente- No he podido evitarlo.
- ¿Qué te ocurre, Silvia? –preguntó dulcemente.
- Es… es Ángela… -apenas podía continuar, volvió a sollozar y se abrazó a Raquel nuevamente.
- ¿Qué le pasa?
- Se… se… -hizo una pausa- ¡Raquel, se ha suicidado! Por mi culpa, por haber delatado a Morente y Nacha, porque fue ella la que me lo dijo… -lloró más amargamente.

A Raquel le cayó la noticia como una bomba. El semblante se le tornó sombrío, pero pronto lo cambió a sabiendas de que lo último que necesitaba Silvia ahora era su preocupación. La abrazó con más fuerza y le dio un beso en la mejilla. Su amiga seguía llorando, le secó las lágrimas y le tomó la cara entre sus manos.

- Escúchame bien, no debes sentirte culpable. Ángela tenía mucho miedo de Nacha y Morente antes de que sucediera todo esto –hizo una pausa- Ella siempre fue una persona temerosa, inestable.
- Pero… -trató de interrumpirla.
- Pero nada, quiero que te quites eso de la cabeza. Es una pérdida dolorosa, desde luego, pero tienes que ser fuerte y salir adelante.
- Ya… -bajó la mirada.
- No te oigo –buscó los ojos de su amiga.
- Lo sé, lo sé –susurró esta vez mirándola a los ojos.

Raquel volvió a abrazarla y Silvia suspiró algo más aliviada. Había conseguido mucho más que sentirse mejor, había recuperado a su gran amiga. Aquellos días sin el apoyo de Raquel se le habían hecho un mundo. De pronto, todos los problemas que habían tenido en el pasado volvieron a su mente.

- Lo siento –susurró Silvia.
- ¿Por qué? –preguntó separándose de ella.
- Por todo lo que ha pasado entre nosotras… Por haberte ocultado todo.
- No… -dijo algo apurada- Yo venía precisamente a eso.
- ¿Venías a pedirme perdón?
- Sí –contestó algo cohibida.
- ¿Por qué?
- Porque no soportaba estar más tiempo sin hablarte… Por lo que te dije, por ser tan tonta… por… -Silvia le tapó la boca con un dedo.
- Calla. Eso ya no importa –y la abrazó de nuevo.

Las dos se sintieron reconfortadas después de aquella conversación. Se mantuvieron unos instantes así, abrazadas, hasta que el doctor Rivero las interrumpió.

- Lo siento, chicas –tenía el semblante serio- Silvia, necesito hablar contigo.
- ¿De qué?
 - Oh, de nada importante –movió las manos de forma nerviosa- Casos clínicos que me ha comentado la directora.
- Tranquilo, doctor, hay formas más sutiles de pedirme que me vaya –dijo Raquel medio seria, medio bromeando.

El doctor no correspondió a la broma y se sentó en su silla. Raquel miró a Silvia y le guiñó un ojo antes de irse. Silvia se acercó a la mesa del doctor y tomó asiento al borde del escritorio, junto a él.

- ¿Qué ocurre?
- Silvia, la directora y yo hemos encontrado esto en la celda de Ángela. Lleva tu nombre –dijo mientras le tendía una hoja doblada.

martes, 4 de septiembre de 2012

(X) vuelve de vacaciones...

Hace poco más de un mes que no actualizaba el blog, pero es lo que tiene meterse en agosto de lleno y disfrutar tanto de las fiestas de tu pueblo como de tu gente. Además de que luego vinieron las visitas de Carol, Elena y Lara y el viaje a los Nortes...

Perdón a los que leían el blog y de pronto se vieron con una historia incompleta. Volveré a retomarlo a partir de mañana, cosa que sé que a más de una le hará ilusión. Porque ya he recibido "amenazas" o "invitaciones" a retomar la historia. No es por mí, ha sido por falta de tiempo. Pero vamos, que mañana vuelvo con las pilas cargadas y con más sobre Silvia, Raquel y toda la tropa de Alcalá de Guadaira.

Por lo pronto, os dejo unas fotos sobre lo que me tenía ocupada todo este tiempo. Espero que sepáis comprenderme :)

Besos.

Un poco de playita

Un poco de turismo

Atardeceres en el mar

Quedar con los amigos

Pasear por Elche de noche

Tomar algo en buena compañía

Disfrutar de la NO-Nit del Albà

Y aprovechar el tiempo en Fiestas